Guillermo Tagle

La tiranía de las ideologías

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Viernes 14 de agosto de 2015 a las 04:00 hrs.
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La naturaleza humana nos lleva a tener que luchar siempre para que la propensión al bien común y superior triunfe y domine las inclinaciones naturales al egoísmo y a buscar el bien particular a expensas de lo que pueda provocar o afectar en los demás. Cuando se trata de diseñar y definir políticas públicas, debemos asumir que la mayoría de los actores involucrados -gobernantes, legisladores, especialistas, políticos de gobierno y oposición-, tratan (y logran) actuar y trabajar por el bien común. Si estamos de acuerdo en esto, ¿por qué hemos llegado como sociedad a tener un ambiente con tanta crispación, con tanta animosidad de unos respecto de los otros? ¿Por qué tantas discrepancias respecto de cuál es lo modelo de sociedad y qué cambios se deben o no hacer para seguir progresando? ¿Por qué tanta dificultad para seguir avanzando en la construcción de una sociedad moderna, que progrese con equidad y genere cada vez mejores oportunidades para todos?

Lamentablemente, a pesar de todo el esfuerzo puesto en las últimas décadas por construir un Chile mejor para todos, las ideologías que alguna vez nos dividieron, que fraccionaron las bases de una democracia que luego tanto costó reconstruir, vuelven a surgir y ponerse en la primera plana del debate. Parte de lo que vemos hoy en propuestas excesivamente socialistas, puede ser una "revancha" a períodos pasados en que con similar vehemencia se pensó que el mercado libre era omnipotente y capaz de resolver bien todos los problemas, incluso aquellos de inminente carácter social.

El mayor problema que puede provocar para las futuras generaciones el actual ambiente político y social es que se diseñen políticas públicas mal hechas o no inspiradas en el bien común, donde prevalezcan ideologías y percepciones de nuestra sociedad inspiradas en problemas del pasado y que no asuman la profundidad y potencia de los cambios que la modernidad ha generado en el planeta.

Hoy más que nunca, los seres humanos aspiran a vivir en libertad, a ser los conductores de su propio destino, a poder elegir libremente en todo tipo de materias, privadas y sociales. Elegir un buen trabajo, tener opciones, recibir una buena compensación, elegir dónde y cómo educar a nuestros hijos, elegir dónde y con quiénes queremos afiliarnos, decidir si queremos o no pertenecer a un determinado sindicato, elegir a quién acudir en caso de necesitar alguna prestación de salud, etc. En el transcurso de los años, se ha ido consolidando en el planeta la convicción de que la dependencia de un Estado benefactor que provea y resuelva todas las necesidades es una forma de vida utópica e insostenible. También necesitamos un Estado fuerte, con recursos y eficientemente gestionado, que ayude a organizarnos y a resolver todas aquellas materias donde las decisiones individuales nunca podrán conducir al bien común.

La sociedad quiere vivir mejor y también con mayor libertad. En materia de educación, todos queremos calidad y mejores estándares, pero pocos quieren que sea el Estado el que resuelva dónde y cómo educar. Por ello, no extraña que en este año, en que se han impulsado cambios profundos para fortalecer la educación fiscal respecto de la privada, haya miles de estudiantes migrando de establecimientos fiscales a particulares subvencionados.

En materia laboral, se discute un proyecto que busca mejorar las relaciones laborales, mediante la promoción de sindicatos más fuertes y con menores libertades (y eventuales beneficios) para quienes prefieran su independencia y no afiliación, en circunstancias que la gente quiere mejores empleos y mejores salarios. En materia tributaria, se subieron fuertemente los impuestos y se complicó significativamente la eficiencia del sistema, en medio de un ambiente de fuerte desaceleración económica, mientras la gente quiere tener más y mejores oportunidades para trabajar e invertir.

Cuando las ideologías dominan por sobre la racionalidad y el genuino interés de buscar el bien común, existe el riesgo de cometer errores de diseño, perdamos de vista qué es mejor para todos y tratemos de imponer las creencias de unos sobre los otros, afectando la libertad individual y reduciendo el potencial de crecimiento y desarrollo. Como siempre, necesitamos un Estado que proteja a los más débiles y provea lo necesario para vivir y emprender con seguridad y orden interno, pero al mismo tiempo que permita seguir aprendiendo a vivir cada día en mayor libertad y con mayor capacidad para cada uno de forjar y dirigir su propio destino.

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